Cuidarse hasta romperse: cuando el bienestar se convierte en una trampa.
Los nuevos iluminados gurús que te enseñan un atajo.
Vivimos en la era del self-care envasado al vacío, de las rutinas de bienestar en 6 pasos (más los 3 secretos que nunca te contaron), del cuerpo alcalino, la mente en positivo y la vida perfectamente filtrada. Y, sin embargo, hay personas que, intentando cuidarse, están destrozándose la vida. Literalmente.
Porque no, tomarse un batido verde mientras sigues las instrucciones de un influencer que se levanta a las 5:00h para hacer journaling, yoga, afirmaciones, cardio, meditación y aún llega a tiempo para publicar tres reels, no es sinónimo de salud. A veces, es solo una manera más de vivir con ansiedad, pero envuelta en packaging minimalista y con música de piano de fondo.
La paradoja es esta: nunca hemos tenido tanto acceso a consejos sobre bienestar y nunca nos hemos sentido tan perdidos. El mercado está lleno de soluciones exprés dadas por personas que, en muchos casos, no han resuelto nada en sus propias vidas. Exitosos en seguidores, sí. En coherencia, no tanto.
Gurús sin base
No es raro ver cómo alguien con miles de seguidores, cero formaciones en salud y mucha habilidad para posar en ropa deportiva, se erige como guía espiritual, emocional y física de cientos de miles de personas. Con frases tipo “si te duele es que estás sanando” o “todo se sana con la palabra correcta” —como si estuviéramos en una especie de Hogwarts terapéutico—, van construyendo una narrativa donde todo malestar tiene solución… si pagas el curso adecuado.
No es ninguna exageración: hay autores que defienden que repetir una frase cada mañana frente al espejo (tipo “yo soy abundante, saludable y feliz”) tiene el poder de transformar tu realidad biológica. Una idea heredada tanto del pensamiento mágico como de ciertas corrientes religiosas. No es casualidad: durante siglos se pensó que la epilepsia era posesión demoníaca, que el dolor era castigo divino, y que la fe bastaba para curar cualquier cosa. Ahora se ha cambiado la sotana por el look fit, pero el mensaje sigue siendo igual de absolutista: si tu vida no mejora, es porque no lo estás haciendo bien, (¿igual algo tiene que ver dónde y en qué entorno has nacido?).
Barbara Ehrenreich, en su brutal ensayo Sonríe o muere, ya denunciaba esta presión por pensar en positivo incluso cuando todo va mal. Según ella, el optimismo puede convertirse en una cárcel emocional que impide ver la realidad y, por tanto, afrontarla con herramientas reales.
El culto a la autoexigencia disfrazado de autocuidado
Detrás de muchas prácticas de “autocuidado” lo que se esconde es otra forma de presión. Tienes que ser saludable, tener una piel radiante, dormir como un bebé, comer como un monje zen y rendir como una máquina. Si no, estás fallando. Pero… ¿y si cuidarse no fuera hacer más?.
Fredrik Bengtsson y servidora, en el libro “Life Planning. A holistic approach to burnout and depression”, explicamos que el bienestar real no se construye desde la exigencia, sino desde la comprensión de nuestra biografía, de nuestras cicatrices y de nuestros ritmos vitales. No es una carrera por cumplir objetivos, sino un proceso para dejar de huir de uno mismo.
Y es que el cuerpo no es un tablero de ajedrez ni un startup que hay que optimizar. El cuerpo es historia, es lenguaje, es archivo vivo. En el libro Inteligencia Corporal, expongo como solo desde la escucha somática profunda —no desde el control obsesivo— podemos crear un bienestar sostenible.
“El cuerpo no es un enemigo a corregir, es un aliado que intenta hablarnos incluso cuando lo ignoramos.”
Menos performance, más presencia
Cuidarse no es una tarea, es una relación. Y como toda relación, requiere tiempo, escucha, ajustes y también momentos de caos. No se trata de perfección, se trata de conexión. Con uno mismo, con el entorno, con lo que de verdad importa.
En este punto, vale recordar al neurocientífico Antonio Damasio, quien ha insistido en que no hay salud mental sin cuerpo: “El cuerpo está implicado en todos los procesos mentales, no es solo un vehículo, es parte del sistema”. Pero esto, claro, no entra en un story de 15 segundos.
Y no es casual que las personas que más saben de salud hablen con matices y no con fórmulas mágicas. El Dr. Arturo Goicochea, experto en dolor crónico, explica que muchos síntomas que hoy se quieren tratar con suplementos y visualizaciones, en realidad pueden tener raíces culturales, emocionales y sociales. Su propuesta no es suprimir el síntoma, sino entenderlo.
Así que, la próxima vez que alguien en Instagram te diga que todo se arregla con mindset, detox y luz solar, pregúntate: ¿me están ayudando o solo estoy siguiendo otra moda disfrazada de propósito?
Porque cuidarse debería aliviarnos, no angustiarnos. Y si para estar bien tienes que dejar de vivir, igual no estás tan bien como parece tu feed.